A la intensa obra de Leopoldo María Panero se una ahora Piedra negra o del temblar. En estos poemas tal vez en la transgresión del propio desarraigo, el mal, la negatividad y lo impuro caminan o deben caminar en paralelo a la obligada naturaleza del hombre para informarnos de lo que también es. Toda una Piedra Negra necesaria en el edificio humano. El canto inútil, el peregrinaje a lo Villon, el disfraz, la madre y su simbología participan en este baile de máscaras. Habitáculo de la locura esclarecedora, el cuarto oscuro... de la mente sólo habitable por la seducción de lo salvaje y lo caótico que empuja al ser humano a la soledad y su vacío.

Estos poemas corresponden con la locura apreciada como evasión y como trampa que dan razón de su poética, sin que por ello no deje de atenderse a unos acontecimientos que siendo externos al individuo implican su coincidencia y el compromiso real de sentirse hombre entre los hombres. Porque los locos no lo son; ni lo serán más por el agrado de su locura, sino porque hacen todo lo posible porque lo estén los otros, y así lo crean de él todos los demás.